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El concepto de catequesis se aplica a muchas formas de educación religiosa y diversos ámbitos: parroquia, familia, grupos juveniles, experiencias y relaciones diversas.
En sí misma no es una actividad académica. Pero implica en todas sus formas una delicada labor de aprendizaje y de enseñanza, de grupo y de proceso, de habilidad para el uso de instrumentos escritos y para las exposiciones orales. No debe convertirse en una forma mitigada de escuela, en la que el niño aprende y el catequista enseña, en donde se mantiene una disciplina y se evalúa un aprendizaje. Pero debe usar términos y conceptos vinculados a la vida escolar en el sentido general del término.
Si no fuera así, la acción catequética se reduciría a una tarea cultural sin más o a una labor moralizante y piadosa. Se perdería cierta consistencia, aunque se potenciara la dimensión vital, moral, oracional, que es la que verdaderamente define la educación de la fe y la formación de la conciencia.
Hay una serie de lenguajes escolares, académicos y formales, que son frecuentes en boca del catequista y deben ser aceptados y usados con interés. Pero también deben ser interpretados a la luz de la tarea concreta de educar la fe, que no se reduce a la simple formación de la inteligencia.
1. Sentido de lo escolar
Lo escolar cuenta profundamente en la vida de los catequizandos. No puede ser de otra manera por tres razones fundamentales:
- Los catequizandos de niveles primeros son ordinariamente escolares y establecen espontánea referencia a sus trabajos académicos en todo lo que hacen en el marco de la catequesis parroquial o grupal. Algo similar, pero menos explícito, lo hacen en el ámbito familiar y hasta en el de sus juegos, ocupaciones y relaciones sociales.
- La catequesis, por vital y espiritual que sea, posee inevitable dimensión de enseñanza y aprendizaje. Hay enseñanza y transmisión de datos: términos y contenidos. Y esfuerzos de retención y luego de exposición de lo aprendido. Necesita, pues, procedimientos docentes adecuados: explicación, aplicación, aclaración, relación, proyección práctica.
- El contexto instructivo en que suele moverse la catequesis reclama metodologías activas y recursos para el trabajo: libros, ejercicios escritos, actividades dirigidas, procesos, evaluación, juntamente con previa planificación de todo ello.
Así lo entienden ordinariamente los padres, la parroquia, los animadores de grupos, que hablan de la acción de la catequesis como si aludieran a una acción instructiva concreta.
En consecuencia, el catequista debe aprender a hablar también en lenguaje escolar, aun cuando no sea estrictamente un maestro o profesor de religión y aunque su labor no se limite, por supuesto, a la mera enseñanza de conocimientos religiosos. Eso no le impedirá asumir que su misión es mucho más excelente y exigente, que aspira a lograr formación más que información y criterios más que cultura. Los catequizandos son incipientes creyentes más que aprendices. La dinámica catequística reclama vivencia más que docencia.
2. Esquema académico
Tres labores son las que rigen la actividad escolar y los procesos previstos en un aprendizaje consistente. En cada una de ellas hay un compromiso de orden, rigor, profundidad y eficacia. El catequista debe trasladar las tres operaciones didácticas a su modo de actuar.
2.1. Programación
El profesor dispone los conocimientos y procedimientos de su asignatura de forma ordenada, sistemática, gradual. Determina bien los objetivos y selecciona los contenidos que se hallan en el programa. Señala los instrumentos de comunicación que va a emplear en cada momento y los gradúa de forma inteligente.
Y anuncia, en la medida de lo posible, los estímulos y también las etapas y las actividades que van a permitir dominar los contenidos y cumplir los objetivos.
El alumno, en una buena programación, no es consumidor de la misma, sino protagonista primero de la tarea. Debe ser consciente de la programación que se sigue en un curso, o en una etapa, con el fin de llegar a armonizarse con ella. Debe fijarse mucho en los objetivos que se proponen, porque es el camino para asimilar los contenidos. Todo profesor, en la medida en que domina con claridad su materia, sabe exponer el plan que va a seguir. Y el alumno debe sintonizar con ese plan para que sus esfuerzos sean rentables.
2.2. Transferencia
Supuesta la programación, se realiza con mejor o peor acierto a transferencia. Cada profesor tiene también sus formas preferentes.
Unos hablan más intuitivamente y otros lo hacen con más abstracción, según intensifiquen lo ejemplos ilustrativos o los principios generales. Hay profesores que prefieren los sistemas orales y otros usan más los gráficos. Los hay que "actúan" mucho en el momento de la comunicación y mantienen a los alumnos receptivos. Y los hay que dirigen más bien la labor y se esfuerzan por hacer a los escolares operativos. El alumno debe entender, acoger y colaborar en los sistemas de comunicación que usa cada profesor. Sólo así saca el máximo provecho de ellos o, al menos, no halla especial dificultad en su comprensión.
Profesor y alumno, al realizar la transferencia o comunicación, deben ser comprensivos con las deficiencias de la otra parte. El profesor es paciente con las dificultades de comprensión del alumno y éste debe ser tolerante con las insuficiencias comunicativas del profesor, sobre todo si no le agrada la persona, la materia, el entorno o las formas. Si hay estas actitudes ambos se ayudan mutuamente y no se convierten en obstáculo y bloqueo de la comunicación.
Lo importante para el profesor es no perder su autoridad directiva, por liberal, flexible y democrático que sea en sus procedimientos. Y lo imprescindible para el alumno es no perder el ritmo de cada tema, parte o materia, esforzándose por caminar en confluencia con el profesor. Así se mantiene en sintonía con el conjunto de compañeros que siguen el mismo camino y con quienes trabaja.
2.3. Evaluación
Es también importante que el profesor proponga y clarifique sus sistemas y criterios de valoración del progreso de cada alumno. Pero el alumno debe situar la evaluación en su sitio justo. Lo importante no es preparar un examen, sino dominar realmente el contenido. Si un alumno sabe de verdad, a la larga sale a flote, aunque sus calificaciones momentáneas sean insuficientes.
Es malo conseguir calificaciones positivas ficticias, si no responden a progresos reales, porque la ignorancia va a salir a luz antes o después; y perjudicará el avance que, en definitiva, es lo que importa. Por eso es tan superficial la postura del que copia en las pruebas evaluatorias y aparenta saber lo que no sabe en la realidad. Un alumno avanza en la medida en que sus conocimientos son sólidos, no en la medida en que sus calificaciones son brillantes. Debe comprenderlo así con realismo.
3. Originalidad en catequesis
La doctrina cristiana no se reduce a conocimientos teóricos o a terminologías precisas sin más, pero se debe contar con unos y otras para presentarla con corrección y claridad. Cuando hablamos de los misterios revelados a los catequizandos, tenemos que emplear un lenguaje vivo, personal y comprometedor, no sólo intelectual y cultural.
3.1. Elementos académicos
En la presentación de la doctrina cristiana se integran tres elementos básicos que reclaman tres actitudes fundamentales:
- El misterio que debe ser creído y aceptado por fe: es el dogma; como tal, reclama acogida, humildad, sumisión, aceptación de la autoridad eclesial.
- El compromiso vital que sigue al conocimiento de cada verdad: es la moral por una parte y la vida espiritual (ascética y mística) por otra. Ambas requieren actitudes de compromiso y de coherencia con los imperativos de la conciencia.
- La relación con Dios que suscita el misterio: es el culto. Es la plegaria, es la celebración, es la Liturgia en definitiva. Y la actitud que reclama es la participación es la adhesión.
Esta triple dimensión y esta triple reacción de las personas no se consigue si sólo damos luz a la inteligencia, es decir, si sólo nos limitamos a la instrucción. Por eso la catequesis reclama la moción de la voluntad, la exhortación, la invitación al bien; y se debe poner en juego la afectividad, la persuasión, la animación de toda la personalidad del catequizando.
No es suficiente pues un lenguaje puramente nocional y académico. Pero ello no quiere decir que no necesitemos partir de ese lenguaje. Necesitamos manejar conceptos escolares como punto de partida. Y debemos aspirar a completarlos con lenguajes emotivos y morales que inviten a la respuesta de la voluntad y de la afectividad.
3.2. Respuestas plurales
La labor del catequista no se debe quedar en enseñanza sola, en exhortación sola, en invitación a la plegaria sólo. Pero las tres labores son imprescindibles.
Para que se consigan las tres con la suficiente eficacia, es preciso crear las condiciones disciplinares y organizativas más convenientes, para que la tarea resulte cómoda y eficaz. En la labor académica no hay progreso si las condiciones son malas. En la catequesis no hay provecho si no hay buenas disposiciones.
+ Hay que disponer de un lugar adecuado para el trabajo. Muchos catequistas carecen de él en sus catequesis parroquiales y ello les provoca una situación incómoda e insostenible, pues se reúnen con sus catequizandos en cualquier lugar y de cualquier manera y se sienten incapaces de mantener orden, interés, esfuerzo y aprovechamiento.
+ Hace falta tiempo bien organizado: horarios y calendarios que hagan posible seguir un proceso acomodado a las materias y a los sujetos.
+ Se debe contar con un programa conveniente: temas, unidades didácticas, diseños, estímulos, planificaciones en torno al programa.
+ Se requieren suficientes recursos didácticos: libros, cuadernos, material pedagógico acomodado al programa y en conformidad con los catequizandos y con las condiciones en que se mueven.
+ Y son imprescindibles condiciones organizativas: clasificaciones de alumnos bien hechas, listas, registros, sistemas de orden, coordinación eficaz... En ocasiones son imprescindibles alientos, apoyos y estímulos.
A todo esto es a lo que llamamos disciplina, la cual no es la acción pedagógica, pero la condiciona. Esta disciplina puede ser más rígida o más flexible, más uniforme o más diferenciada, más impuesta desde la autoridad o más consensuada entre los catequistas y los catequizandos.
En todo caso es disciplina, lo cual equivale a instrumento para la acción educadora. En la medida en que existe, hay posibilidades de una buena catequesis. Si falta, la catequesis no habrá aprovechamiento.
4. Dinámicas formales.
En los ámbitos actuales de la educación se habla hoy con una terminología pedagógica dinámica. No bastan los aspectos materiales si la tarea docente ha de resultar eficaz. El catequista debe conocer términos y criterios pedagógicos procedentes del ámbito escolar para, en lo posible, compartirlos y aplicarlos.
En la medida en que su estilo docente resulte discrepante del que vive en el ámbito escolar el catequizando y en la familia, las dificultades se incrementan.
He aquí algunos conceptos, términos y estilos usuales en la pedagogía reciente que responden a estilos académicos inspiradores para la acción catequética.
4.1. Aprendizajes significativos
Se debe preferir un "aprendizaje significativo" o selectivo y tratar de superar el aprendizaje repetitivo, memorístico, acumulativo. Este concepto expresa la preferencia por comunicar conceptos o habilidades básicas, que sean desencadenantes de otras posteriores.
No se debe aprender mucho para producir erudición, sino poco y bien para configurar bien el modo de pensar. Saber cosas sin sentido, utilidad o adaptación, es muchas veces perder el tiempo. La memoria es valiosa, pero no es la facultad suprema del hombre. Hemos de contar con la lógica, la crítica, de intuición, la capacidad proyectiva.
Lo ideal en la catequesis, como en toda enseñanza, no es hacer un catequizando erudito y sabio, sino bueno, hábil, flexible y capaz de buscar por sí mismo.
2. Mapas conceptuales
Por eso el catequista tiene que animar a su catequizando a establecer relaciones entre las realidades que va aprendiendo. Debe construir preferentemente buenos "mapas conceptuales", es decir, buenas estructuras mentales; no debe limitarse a llenar la cabeza de su catequizando de datos sin valor práctico.
Importa el orden mental y las estructuras lógicas y no disertaciones repetitivas y ampulosas. El mapa conceptual está en la mente. Pero se expresa con buenos y bien pensados mapas semánticos o exposiciones verbales sintéticas bien presentadas; se deben preferir esquemas, cuadros sinópticos, organigramas, ideogramas, resúmenes.
3. Ejes transversales
Los mapas o estructuras se construyen con buenos "ejes verticales" (áreas, materias, cadenas claras de conocimientos básicos), enlazados con oportunos y convenientes "ejes horizontales y transversales".
Los ejes verticales son como las columnas de un edificio. Implican conocimientos progresivo, sólido, poco a poco desarrollados coherentemente. Los ejes horizontales o transversales son como las vigas que entrelazan las columnas. Están constituidos por esos datos y actitudes básicas que se repiten en diversas materias (interdisciplinariedad) y que dan el sabor, el tono, el estilo a la formación.
El catequista tiene que lograr una buena construcción, una buena configuración de la mente de sus alumnos, no sólo en orden a los conocimientos, sino con dimensión práctica, proyectando a la vida todo lo que se les va comunicando. Debe hablar a los catequizandos con valores de pluralidad, respeto, ecología, diversidad, aceptación de cada uno, igualdad sexual, racial, etc.
4.4. Destrezas básicas
Los mapas conceptuales, o contenidos cognoscitivos básicos y ordenados, se deben completar, incluso expandir, con destrezas básicas, que son los contenidos operativos, los procedimientos. Es tan importante "saber hacer" como "saber" sin más.
Por eso el catequizando tiene que ser preparado también en los terrenos religiosos para desarrollar habilidades que le permitan llevar a la vida lo que teóricamente va aprendiendo. Es mejor que sepa rezar a que sepa lo que es la oración. Es más conveniente que sea honrado a que sea capaz de definir la honradez.
En la formación religiosa las destrezas y habilidades son las que hacen posible llevar a la práctica lo que en teoría se diseña y conquista.
4.5. Enseñanza comprensiva
En la vida escolar se habla hoy con insistencia de la variedad, de la pluralidad y de la diversidad. Pero se reclama que lo fundamental de cada conocimiento básico resulte asequible a la totalidad de los escolares. A eso se denomina enseñanza comprensiva, asequible, básica, a la que todos tienen que llegar.
No es aceptable la acción pedagógica competitiva ni selectiva: para los más capaces por inteligencia o por voluntad. Los conocimientos y las destrezas básicas deben estar al alcance fácil de todos los alumnos.
4.6. Actitudes de creatividad
Si la buena enseñanza no se define por la cantidad sino por la calidad, resulta más importante saber pensar que poder recordar. El educador debe animar a sus educandos a obrar con espontaneidad, con autonomía, con originalidad, con ingenio y con sagacidad. Todo esto son manifestaciones de una energía interior: la creatividad.
El pensamiento creativo se desenvuelve en amor a la novedad, deseo de superación, habilidad para hallar soluciones, flexibilidad para aplicarlas, originalidad y actitud crítica.
No es buen alumno el que sólo imita, sino el que desarrolla su personalidad. Esto es importante también en la formación religiosa, donde lo que se crea no es el mensaje pero si el modo de presentarlo y de interpretarlo. También en los terrenos religiosos hay que aspirar a que cada uno siga su camino de manera personal y flexible, a partir de los mínimos que definen el saber, el saber hacer y el gozo del saber.
4. 7. Personalización.
Por eso se da tanta importancia en la educación actual a las disposiciones personalizadas y no al mero cumplimiento material de normas y de procesos para vivir de forma neutra y anónima en el grupo al que se pertenece.
Se prefieren hoy lenguajes de responsabilidad, de autonomía, de conciencia, de libertad, incluso en los aspectos doctrinales, morales y litúrgicos. Si esto es parcialmente asumible con niños pequeños, cuando se va desarrollando la personalidad la riqueza religiosa debe ser asumida y asimilada como persona libre que se enfrenta con humildad al misterio y no como adepto de un grupo que repite miméticamente lo que observa en el entorno.
Hacia esto tiende el catequista evitando posturas magisteriales excesivas y prefiriendo las dialogales y comprensivas. Su misión no es imponer un contenido dogmático, sino disponer un camino para que el catequizando avance gustoso por él.
4.8. Diseños flexibles
Por eso lo contenidos no pueden ser cerrados a imposiciones ajenas al contexto en el que viven los escolares. Debe estar más bien abierto a las diversas circunstancias y variaciones.
Esas actitudes no conducen sin más al relativismo, pero lo rozan. Por eso requieren, como es normal, diseños o contenidos flexibles, abiertos, variados, no uniformes para todos por igual. Pero reclaman educadores bien formados y, en cuanto profesores de religión o catequistas, muy seguros del mensaje y muy abiertos en la interpretación del mismo.
El secreto del educador es acomodarse a todos, logrando que cada uno adquiera los mínimos, pero diferenciando los procesos y los logros. Cada alumno tiene su nivel y su ritmo. Pero también el educador de la fe tiene derecho a perfilar su propio camino armonizando firmeza y tolerancia, diálogo y transmisión de un mensaje revelado, ortodoxia y ecumenismo.
4.9. Experimentación
Además añadimos a la flexibilidad conceptual la orientación práctica y experiencial de los programas y de los contenidos, incluso la pluralidad en los procedimientos y en las preferencias para llegar a vivenciar lo que se recibe.
Tratamos de superar la mera especulación, la cual conduce a formar alumnos instruidos pero no hábiles, catequizandos eruditos pero no fieles sabios, gentes crédulas pero no creyentes.
Tanto la flexibilidad como el sentido práctico son excelentes criterios en catequesis, pues la formación religiosa no puede quedar en la mera inteligencia ni conducir al mero cumplimiento de las normas.
4. 10. Mediación
La síntesis de todos estos planteamientos está en la concepción del educador o profesor. Y el educador de la fe y el catequista en cierto sentido son tales con su peculiar identidad de trabajar con creyentes en proceso de maduración espiritual y no con discípulos aspirantes a una formación cultural.
En una buena docencia se evita ser maestro-almacén que todo lo sabe y todo lo enseña; y se prefiere ser educador mediador o intermediario que ayuda a buscar y encontrar caminos nuevos.
5. Profesores y catequistas
Por eso los lenguajes escolares enseñan al catequista que es el "mediador" de un mensaje, no el propietario o el almacén del mismo. El protagonista de la educación no es el maestro sino el alumno. Lo importante no es el orden y las formas, sino el fondo y la eficacia. El catequista también sabe que está para servir a la verdad y no para imponer una cultura confesional.
Esta perspectiva se acomoda a la idea que siempre el catequista ha tenido de sí mismo, pues se ha definido como ministro y no mero profesor, como mediador y no como erudito docente, como cauce de la verdad cristiana, no como depósito de ella.
5.1. Significación del educador
Se ha de presentar ante sus catequizandos como animador, orientador y testigo de un ideal de vida y no como un exigente comunicador de mensajes ajenos.
El educador de la fe, el catequista, el animador del grupo, son el alma de la buena educación religiosa, de la mejor catequesis.
No enseñan sus ideas. Ante todo es, como los profetas, son intermediarios de un mensaje divino.
5.2. Tipología de profesores
Al igual que los profesores de cualquier materia, hay muchas formas de ejercer esa misión educadora. Recordar como son, o pueden ser, los profesores enseña al catequista cómo puede actuar él mismo, aunque no se dé cuenta de ello.
- Hay profesores más abstractos y teóricos y otros son más concretos, intuitivos y prácticos. Los dos tienen dimensiones excelentes y ventajosas: los unos en favor de la ciencia; los otros en beneficio de los escolares.
- Algunos profesores son divertidos e interesantes. Tienen la magia de la palabra y de la acción. Hacen "el tiempo corto". Otros tienden más a provocar la monotonía e incluso al aburrimiento. Sus palabras agotan y con ellos el tiempo se prolonga y la fatiga se acelera. Pero la variedad es inevitable.
- Encontramos profesores abiertos a muchas relaciones extraacadémicas: cordiales, simpáticos, acogedores; los hay más reservados, tímidos, huidizos e impenetrables.
- Ciertos profesores son autoritarios, exigentes, fuertes en las decisiones, inconmovibles: otros se manifiestan muy flexibles, democráticos, dialogantes, amables, disponibles para la negociación oportuna y discreta.
- Hay profesores que se preocupan sobre todo por los contenidos de las diversas materias: son científicos, sistemáticos, argumentales; los hay que miran ante todo las personas y ponen el programa al servicio del alumno con el riesgo de suavizar las exigencias al precio de la ignorancia, cuando la benevolencia rompe niveles de condescendencia.
- Hay profesores muy claros en sus proyectos pedagógicos y en sus metodologías: ayudan a entender, repiten sin cesar, seleccionan con habilidad, comunican con hilaridad; y otros tienen fama de oscuros y difíciles en su explicación, impenetrables en sus argumentos, desconcertantes en sus planteamientos.
Si aplicamos estos datos al educador de la fe en cuanto explica, comunica, ayuda, clarifica, dinamiza el grupo, es fácil perfilar el diagrama del catequista ideal: claro, acogedor, sistemático, concreto, interesante, cordial, cautivador, sencillo, simpático, persuasivo, cautivador. Ese catequista perfecto no existe. El que de verdad aparece en cada grupo de catequesis es el que lucha por serlo.
5.3. Acción del Catequista
Será interesante que el catequista se pregunte con frecuencia qué camino puede seguir para lograr esa perfección, sabiendo que nunca se logra del todo
Los primero será hacerse a sí mismo una crítica de sus riesgos profesionales. Formularse y responderse cuestiones como éstas:
+ ¿Qué pasa si soy muy charlatán? ¿Y si soy muy difuso y muy teorizador?
+ ¿Es bueno ser divertido? ¿Es conveniente hacer reír mucho?
+ ¿Cómo actuar para ser dialogante sin ser demagogo? ¿Es mejor hacer o es preferible dejar hacer?
+ ¿Cómo llegar a ser claro en la catequesis? ¿Cómo hacerse entender?
Detrás de esta humilde disposición a explorar el modo de actuar y de promover el modo de mejorar, el catequista debe preguntarse como mejorar.
Tres consignas le llevan pronto a una mejora sustancial de su actuación como catequista:
1. La experiencia es madre de la ciencia. El catequista debe cultivar la decisión, la generosidad y la entrega a su tarea. Cuanto más actúe, mejor se prepara. Cuanto mejor prepara su actuación mejor le resulta. Cuantas más experiencias variadas realiza más rápidamente se mejora.
2. El contacto con buenos catequistas, observando sus procedimientos o dialogando sobre las conveniencias... Los modelos vivos y cercanos son los mejores manuales de instrucción ya que la buena acción catequética depende más de las intuiciones que de los manuales de instrucciones para el funcionamiento.
3. Algunos planes de formación catequética (manuales, escuelas de catequistas, cursillos, círculos de formación. etc.) pueden resultar excelentes ayudas. Para enseñar primero hay que aprender. El catequista con esa inquietud termina pronto por ser profesional competente.
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